miércoles, 25 de octubre de 2017

Por qué las bacterias modifican nuestra conducta

Hace unos días el compañero Marcelo Schuchner me envió este fantástico artículo. Es el ganador del corncurso DIPC de divulgación del evento Ciencia Jot Down 2017.
Copio y pego aquí el texto y al final pongo los link para quien quiera acceder a la web de la publicación.

Os va a gustar a todos los que estéis en la labor de limpiar y equilibrar el organismo. Vais a entender muy bien el por qué al empezar a tomar Trementina a algunas personas les aparecen unas ganas irrefrenable por comer cierto tipo de alimentos (dulces o harinas) , aunque seguramente ya les pasaba antes. Lo hemos dicho muchas veces, es un pulso entre la cándida y vosotros...a ver quien gana.
Otra cosa que vais a entender perfectamente, es el por qué nos sentimos indescriptiblemente bien al comer cierto tipo de alimentos que sabemos nos resultan tóxicos, o por qué nos ponemos mal al iniciar la limpieza del organismo.

Este artículo habla especialmente de la  micribiota, aunque pasa lo mismo con los parásitos, que son capaces de modificar nuestro gustos e impulsos.

Que disfrutéis de la lectura.

Victoria Sanz



Un golem movido por bacterias

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Un temible monstruo de barro, con apariencia de hombre gigante, se mueve por la pantalla, en blanco y negro, aterrorizando al espectador de 1920. Es El golem. La película de Paul Wegener, hoy un clásico del cine expresionista alemán, explota el miedo a ese ser parecido al hombre que no razona ni responde a pensamientos complejos, sino solo a órdenes simples e instintos. Porque en cualquier momento puede descontrolarse provocando la destrucción y la muerte. Algo que no harán los más racionales y comedidos seres humanos que conviven con él. A menos, claro, que lleven dentro de sí algo tan instintivo como ese monstruo de barro extraído de las leyendas judías. Y a la luz de las últimas investigaciones, puede que ese golem habite en nosotros, dominándonos de un modo del que no somos conscientes.
Nuevas teorías científicas proponen que la microbiota, el conjunto de bacterias que habita nuestro intestino, puede dominar algunos aspectos de nuestra conducta. Para entender cómo lo hacen es crucial conocer el funcionamiento de nuestro sistema nervioso entérico. Sus neuronas, idénticas a las del órgano que rige el pensamiento, se extienden en una red que rodea el esófago, el estómago, y ambos intestinos, delgado y grueso, llegando hasta el ano. Se ha estimado su número en 500 millones, una minúscula cantidad si la comparamos a los 86.000 millones del cerebro, cifra obtenida por la neurocientífica Suzana Herculano-Houzel. Dada la diferencia, no es probable que esas tripas intestinales tengan la más mínima capacidad para pensar y, por tanto, de tomar decisiones por nosotros. Pero sí se mantienen en contacto permanente con nuestro cerebro enviándole una serie de informaciones sobre el proceso digestivo que nos proporcionan un profundo placer.
Lo que nos hace tan agradable el digerir son las sustancias liberadas en el sistema entérico: serotonina, dopamina, leuencefalina, y metencefalina. No es casual que sus nombres parezcan referirse a algo que nos dispensarían en una farmacia, porque sus placenteros efectos no son muy diferentes de los de ciertas drogas. Nada ilustra mejor cómo mejoran nuestro estado de ánimo que el orgasmo, pues ese proceso fisiológico también aumenta nuestros niveles de serotonina y dopamina. Las otras dos sustancias mencionadas, leuencefalina y metencefalina, son endorfinas, y por tanto generan la misma sensación analgésica que los opiáceos. Obviamente, ningún ser humano necesita la ciencia para descubrir que comer es una actividad placentera, incluso si ignora todo lo anterior. Pero sus descubrimientos comienzan a desvelarnos que es la microbiota quien nos influye para elegir ciertos alimentos, y que el gusto que nos da comerlos puede tener, como fin último, satisfacer a un microbio.
Debido a los esfuerzos de la industria alimentaria, la flora que hay en nuestro cuerpo se ha hecho muy popular. Hoy la mayoría de la gente sabe que existen las bifidobacterias —popularizadas como bífidus— y los lactobacilos, aunque estos son apenas dos grupos que contienen una pequeña parte de las más de dos mil especies que se ha calculado que nos habitan. El cometido de todas ellas es ayudar a nuestra digestión y facilitar los procesos metabólicos que implica. Los mágicos efectos que prometen las marcas con su ingesta deben atribuirse a la exageración publicitaria, y no a estudios científicos comprobados. Aunque en realidad hagan algo mucho más importante, asegurar nuestra supervivencia, lo mismo que nosotros aseguramos la suya. Hemos establecido con ellos una relación simbiótica, pero, lejos de ser amables y pacíficos colaboradores, compiten entre sí, como cualquier conjunto de especies en la naturaleza, usando nuestro sistema digestivo como su hábitat. Cuando alguna de ellas tiene éxito y es capaz de imponerse sobre el resto de especies de nuestra microbiota, volviéndose más abundante, puede provocarnos enfermedades gastrointestinales. E influir también de forma determinante en las decisiones que tomamos.
Al menos esto es lo que proponen en su estudio Joe Alcock, de la Universidad de Nuevo México, y Carlo C. Maley C. Athena Aktipis, de la Universidad del Estado de Arizona. Según estos científicos estadounidenses, la microbiota es capaz de producir un desorden emocional en nuestro cerebro. Cuando nuestros microbios no encuentran en el sistema digestivo los nutrientes que necesitan, comienzan a alterar los receptores intestinales de sustancias placenteras presentes en el sistema entérico. No solo nos impiden seguir experimentando placer, sino que además liberan toxinas capaces de inducirnos sensaciones negativas como estrés, tristeza, insatisfacción y sentimientos similares. Se valen para ello del nervio vago, vía de comunicación entre el sistema entérico y el cerebro. Toda la microbiota estaría permanentemente liberando esas sustancias tóxicas para que le proporcionemos su alimento específico. Pero mientras su número se encuentra en el índice habitual, y el total de especies en equilibrio, la cantidad generada por cada una de ellas no es suficiente para imponer sus efectos. El problema es cuando una de las bacterias predomina en nuestros intestinos.
La solución para dejar de sentir este malestar psíquico provocado por la microbiota no puede ser más sencilla: basta con comer. Pero no cualquier alimento, sino aquellos que contienen las sustancias demandas por la bacteria. Si somos obedientes, y los microbios vuelven a percibir la presencia de lo que les gusta en nuestras tripas, liberarán a los receptores intestinales para que perciban la dopamina, la serotonina y las endorfinas.  Nuestra consciencia recibirá el mensaje inequívoco de que todo vuelve a estar bien, puesto que sentimos el placer de la serotonina y la dopamina, y el efecto anestésico de las endorfinas. Nos sentiremos felices, o al menos se habrá reducido nuestro nivel de frustración.
Observemos el proceso desde fuera con un ejemplo individual para ver cómo la microbiota puede convertir a un ser humano en un golem. Después de un día estresante en la oficina, nuestro sujeto de estudio, el Individuo A, llega a casa. Los factores externos de su puesto de trabajo y la actividad de su microbiota alterada le han provocado un fuerte malestar, sumando así síntomas comunes provocados por causas distintas. Como «A» está obeso, en la puerta de su nevera figura la frugal cena que le depara la dieta recomendada por su médico. «A» decide saltársela, atiborrándose esa noche con una pizza y un helado de postre. Grasas y azúcares contraproducentes para su tensión alta y para sus elevados niveles de colesterol y transaminasas. No es una forma de actuar racional, y tanto nosotros como él, actuando como jueces desde nuestro cerebro consciente, diremos que «A» tiene muy poca voluntad y quizá no demasiada motivación para adelgazar. Pero eso sería así si sus decisiones sobre alimentación dependieran en exclusiva de su conciencia. Y es aquí donde Alcock, Maley y Aktipis introducen el factor adicional de la influencia de los microbios.


De acuerdo con su investigación, la microbiota altera el tráfico de sensaciones que discurren por el nervio vago no solo para alimentarse. También para aumentar su número. A fin de reproducirse y hacer sobrevivir a más individuos, retrasa el momento en que el sistema entérico envía al cerebro la señal de que ya estamos satisfechos. Nos hace sentir, por tanto, un hambre falso. Ese que llevaría al Individuo «A» a comer cada vez más porciones de pizza y a repetir de helado. Cuantas más grasas y azúcares ingiera, mayor será el éxito de las bacterias que predominan en sus intestinos. Y al aumentar su número, aumentará también la proporción de toxinas liberadas, hasta «secuestrar» la voluntad del cerebro. Todo ello hará que «A» siga ganando kilos y perjudicando su salud, llegando con el tiempo a una situación en la que peligre su vida. Al hacerle engordar, su flora intestinal habrá pasado de tener una relación simbiótica con él a una parasitaria y, por tanto, mortal a largo plazo.
Alcock, Maley y Aktipis han intentado probar estas teorías valiéndose de experimentos con ratones. A algunos se les seccionó el nervio vago, y adelgazaron de forma inmediata, porque su microbiota carecía ya del conducto de comunicación para influir en la sensación de hambre. Otro modo de reducir su obesidad fue alimentarles con probióticos, analizando qué especies dominaban en sus intestinos, y facilitándoles la ingesta de aquellas que equilibraran su flora. Esta estrategia también tuvo éxito en el adelgazamiento, y demostraría que cuando las toxinas no predominan su efecto sobre el cerebro desaparece. Adicionalmente se observó que un grupo de ratones, más atrevidos y con más interés en explorar su entorno, tenían en el intestino cantidades mayores de Lactobacillus rhamnosus. Cuando se proporcionó esta bacteria a aquel grupo de ratones más tímidos y conservadores, estos adoptaron la conducta de los atrevidos. Por tanto, la influencia de la microbiota genera conductas diferentes según la especie que predomina, y no todas son tan simples como hacernos elegir ciertos alimentos.
Esta ampliación del campo de estudio sobre la microbiota y sus efectos es el objetivo del APC Microbiome Institute de la Universidad de Cork en Irlanda. Dos de sus investigadores han aportado interesantes evidencias sobre los efectos de estos microorganismos en nuestro cuerpo. Ted Dinan, psiquiatra, propone introducir la composición de la microbiota intestinal como un factor más a la hora de tratar las dolencias psíquicas. Para apoyar esta tesis suele citar lo sucedido en la población de Walkerton, Canadá, en mayo del año 2000. Unas inundaciones contaminaron el agua corriente con cantidades muy elevadas de las bacterias Escherina coli y Campylobacter, produciendo enfermedades gastrointestinales que siguieron su curso habitual y curaron en diez días. Pero diez años después, Walkerton tiene una de las ratios de población depresiva más elevadas de Canadá, cosa que no ocurría antes de las inundaciones. Dinan atribuye su origen a la alteración de la microbiota en sus habitantes, debida a las dos bacterias citadas. Su colega John Cryan, bioquímico y farmacólogo en la misma universidad, va aún más allá, proponiendo que podemos emplear un conjunto de microbios intestinales para modificar el modo en que funciona nuestro cerebro. Un estudio preliminar demostró que veintidós varones jóvenes redujeron su nivel de estrés tras tomar Bifidobacterium longum durante un mes. Sus niveles de cortisol, la hormona que se produce en respuesta al estrés, eran menores cuando se les sometía a situaciones tensas, permitiéndoles afrontar la situación mucho más tranquilos. En cambio, el mismo grupo no experimentó mejora alguna tras el mismo periodo tratándose con un placebo.
Dinan y Cryan han acuñado el término «microbios melancólicos» para designar a aquellas especies de la microbiota que pueden provocar enfermedades mentales. Han intentado incluso ir más allá, al descubrir, mediante un estudio preliminar en ratones, que la microbiota presente en los enfermos de Parkinsonprovocaba problemas motores en los roedores. Si se encontrara una relación entre la enfermedad y una especie concreta de bacteria, estaríamos en el camino de la prevención, y tal vez de un tratamiento eficaz.
Las posibilidades de dominar la microbiota y usarla para tratar enfermedades incurables, o para determinar nuestras conductas, más allá de lo que creemos dominar conscientemente, resultan fascinantes. Pero todos los científicos citados se muestran muy cautos ante el alcance de estas investigaciones preliminares. Son estudios pequeños, no extrapolables en muchos casos de ratones a humanos, y sobre todo tienen que solventar el modo en que una determinada bacteria consigue influir en el cerebro. Porque aunque conozcamos el mecanismo de transmisión a través del nervio vago y usando el sistema entérico, todavía ignoramos el proceso químico exacto del que se valen ciertas especies de microbiota para hacernos depresivos, o proporcionarnos nervios de acero. Tampoco sabemos si unas bacterias influyen en otras, ni si su influencia se logra mediante asociaciones entre varias especies. Por el momento tenemos más preguntas que respuestas.
Preguntas que ya han superado el campo de investigación de la medicina. En un área muy distinta, el biólogo evolucionista Andrew Moeller ha publicado un estudio donde contempla que la evolución humana no puede ser entendida sin la de la microbiota, pues el proceso evolutivo fue conjunto y ambas especies nos influimos. Es decir, que no seríamos Homo sapiens sin las bacterias. Julia Segre, del Instituto Nacional para el Estudio del Genoma Humano de Maryland, Estados Unidos, es más cauta, afirmando que, dada la íntima relación entre nuestro cuerpo y su microbiota, pudo haber influencia evolutiva, pero es demasiado pronto para afirmar que los monos y los microbios se cambiaron unos a otros hasta llevarnos a lo que hoy somos.
También en el campo de la evolución se ha hecho este mismo año una propuesta bastante novedosa, publicada además en la prestigiosa revista científica Nature. El artículo, firmado por Lewin-EpsteinRanit Aharonov Lilach Hadany, propone que cuando existen relaciones de colaboración entre especies diferentes es debido a las bacterias intestinales. Admiten que en el conjunto de la especie predomina siempre la conducta egoísta, para cumplir con el principio de supervivencia del más fuerte y la adaptación al medio. Pero la microbiota puede influir en la conducta de cada individuo, y si el conjunto de individuos comparten las mismas bacterias, y las transmiten a sus descendientes, se comportarán de forma altruista. Lo interesante de este estudio es que está abriendo la puerta a posibles relaciones muy complejas entre conducta y microbios, no solo en el ser humano, y con un origen en especies mucho más antiguas que nosotros.
Todas estas novedades científicas demuestran que hay un genuino interés por el papel que juega la microbiota en nosotros, más allá de su conocido papel en la digestión y el metabolismo. Las evidencias son suficientes como para pensar que esa conexión existe, aunque debamos dedicar años de estudio todavía a descubrir cómo funciona. El problema, tal vez, sea enfrentar el prejuicio sobre nuestra propia individualidad. Si a nuestro yo, determinado por las circunstancias externas y la educación, tenemos que añadirle lo que hacen de nosotros los microbios de nuestras tripas, tal vez debamos cambiar nuestro concepto de lo humano. Reescribir el término libre albedrío. Y contemplar de distinta manera a nuestros semejantes, preguntándonos si su ira, su egoísmo, su fidelidad o su amor responden a lo que ellos quieren hacer de sí mismos, o a lo que de ellos hace la microbiota. Si algún día tenemos todos los factores de esta ecuación científica, quién se atreverá a decir que mediante una nueva medicina no puedan hacernos una cirugía estética de nuestra personalidad. Para dominar, finalmente, a ese golem movido por bacterias que, lo creamos o no, lleva nuestro nombre y nuestra forma de ser. Si tal medicina fuera capaz de hacernos mejores, podríamos decir que la humanidad, gracias a la ciencia, sí tiene remedio. Pero, por el momento, eso no es más que una teoría.

Este artículo es el ganador del concurso DIPC de divulgación del evento Ciencia Jot Down 2017
http://www.jotdown.es/2017/09/un-golem-movido-por-bacterias

lunes, 23 de octubre de 2017

Nuestros comienzos ...

Hace unos días colgué en los grupos de fcbk unas fotos que provocaron que algunas personas sintieran curiosidad por saber “de dónde venimos nosotros”. Es algo que contamos brevemente en el libro La Biblia de la Trementina al explicar los orígenes de este trabajo, pero la respuesta que dio Karl en el grupo me provocó a explicar un poco más y contar el por qué yo personalmente estoy haciendo este trabajo con autismo. Esto también servirá para acallar algunas bocas que andan contando mentiras malintencionadas sobre nosotros.

Karl Wagner:
Somos los que damos la milla "extra" día a día y no nos importan los títulos y los papeles que cuelgan en las paredes. Trabajamos haciendo investigaciones día a día, análisis exhaustivo de estas y ponemos los resultados en práctica. Y no sugerimos "opiniones" de X, Y o Z persona. La experiencia y los resultados irrefutables valen más que mil papeles en la pared. Y creo que los cientos de resultados positivos en estos grupos ya lo comprobaron.
¿Cuál es mi profesión, per se? "Software Developer" y consultor de sistemas de comunicaciones, hace más de 30 años. ¿Y desde cuando estoy en este mambo de la salud? Desde el 2009, cuando mi mamá enfermó de un evento cerebro vascular y tuve que aprender "a la cañona" de todo lo habido y por haber en cosas relacionadas a la salud. Y el tiempo dictó un cambio radical en mi ruta de la vida. Así que vivo en dos líneas paralelas, pero completamente diferentes: 
1) Dia a día, software y desarrollo de arquitectura en programas de comunicaciones. 
2) Coach (¿terapeuta?) de métodos y soluciones para optimizar la salud (trementina, (G.A.L.P.) consejos de nutrición, etc. y aparentemente, y por resultados positivos, no soy bienvenido por muchos dentistas, veterinarios, naturópatas, etc. 
¿Por qué $era?  ;)


Leer eso me recordó que Karl andaba bastante apenado estos días porque a consecuencia del último huracán en Puerto Rico, el agua echó a perderlos títulos, diplomas, libros y apuntes de cursos (de terapias y otros) que había hecho desde hace años.
Lo curioso es que hace un tiempo, cuando yo andaba entre mudanza y mudanza de tantas que me ha tocado, el trastero donde tenía guardadas mis cosas se inundó (también con agua de lluvia y subida del mar), se estropearon muchos de mis enseres, entre ellos títulos, diplomas, libros y apuntes de cursos que había hecho hace años.

Ha sido una casualidad-causalidad, y ambos coincidimos en pensar que los títulos o diplomas no son más que papeles que se cuelgan en la pared. 
En una escuela adquieres información, muchas veces eso hace que la persona se encasille, es “adoctrinada” para creer solo en lo que le enseñan ahí, y cierra su mente a lo que no ha escuchado en ese curso. Aquí lo que sirve es el “conocimiento”, que no tendremos nunca hasta que la información que nos dieron la cuestionemos, la ampliemos, la hagamos nuestra y la llevemos a la práctica.


Karl viene del mundo tecnológico y yo del mundo de la moda. Trabajé durante 10 años en la oficina de prensa de Chistian Dior en España, organizando presentaciones de productos, desfiles, fiestas de alto copete… … Bueno, esas cosas que salen en las revistas. Un día comencé a cansarme de las fiestas con Dom Perignon y los desfiles de alta costura en Paris (sí, uno se cansa de eso …😂😂) y decidí tomar otro rumbo. Pasé otros 4 años en el gabinete de relaciones públicas de la firma Bourjois. Ahí ya no había Dom Perignon 😊 pero trabajar tanto tiempo con el mundo de la imagen exterior, me hizo sentir u gran vacío interior que tenía que llenar y no sabía con qué, ni cómo.

Me pude permitir un año sabático para “dejar de hacer y permitir que las cosas me llegaran”. Quería encontrar “mi misión”, eso que yo he venido a hacer aquí, y algo así no se busca, te llega. En ese tiempo durante un viaje a Colombia, leí en un periódico el caso de una mamá que contaba cómo había sacado a su hijo del autismo en dos años. Era el año 2004, por aquel entonces no se oía lo que ahora se sabe sobre autismo. Me impactó al imaginar que, si esa mamá se hubiera conformado con el diagnóstico médico, el niño un día sería un adulto encerrado en un centro para enfermos mentales. Adiós a su vida!

Pocos meses después me encontraba haciendo un curso de masaje infantil, allí conocí a dos terapeutas que trabajaban con niños autistas, les conté este caso de la mamá de Colombia y… se rieron en mi cara diciéndome la frase que muchos papás de autismo han oído mil veces: “el autismo no tiene cura”. Me dio un terrible coraje, pensando que quizá los niños que ellas trataban pudieran tener una posibilidad, y su mente cerrada se la negaba.

Ese curso de masaje infantil fue el inicio de un maravilloso camino. Aprendí una técnica que provenía del masaje Shantala de la medicina Ayurveda y comencé a investigar el tema, al tiempo que aprendía otras técnicas. Durante esa búsqueda apareció mi maestro, un encantador señor indú, médico Ayurveda y naturópata. En este mundillo se dice que el maestro aparece cuando el alumno está preparado, pues ese fue mi caso.
Me he dedicado años al maravilloso mundo del masaje porque mi maestro me animó a hacer precisamente eso y no otra cosa; “tú tiene la buena mano” me decía 😊. El Ayurveda es un verdadero “arte de vivir”, donde prima el cuidarse día a día para no enfermar nunca; donde se trata una enfermedad pensando que una persona además de un cuerpo físico, tiene una cabeza que piensa, un corazón que siente y un campo energético a su alrededor que contribuye a que la persona esté bien o mal. ¡Hasta la música que uno escucha ha de ser la adecuada para cada persona! Así es ese Arte de Vivir, donde el contacto físico o el masaje se hace desde el momento que uno nace para promover una buena salud, o el comer con las manos no es una costumbre, sino que forma parte de una lógica esencial.

Me especialicé en masaje sin dejar de investigar, estudiar y experimentar. Fui añadiendo otras técnicas, energéticas, emocionales etc, que me llevaron a trabajar con músicos haciendo corrección postural, o con ciclistas profesionales, o impartiendo cursos de masaje, entre los que se encontraba el masaje infantil.



Tiempo después entro en la terapia oxidativa de la mano de mi querida y experimentada amiga Belinda Cruchaga. Aunque ya conocía el tema, nunca me decidí a indagar demasiado. ¿Qué fue lo que me dio el empujón? El tema autismo. Quise quitarme esa espinita que años atrás se me quedo clavada en el corazón cuando esas terapeutas no quisieron creer que había una posibilidad para los niños. El problema es que cuando me puse a investigar esas terapias para autismo, me parecieron muy complicadas y los líos que veía en los grupos no me convencieron mucho. Comenzaron a llegarme personas con otras problemáticas, e iba siguiendo el camino que se me presentaba. Ahí fue donde conocí a Karl, y a un montón de personas maravillosas. Nos unía esa curiosidad por todo, conocerlo todo, probarlo todo… ¡madre mía! ¡La de cosas que nos habremos metido al cuerpo por probar!! Ajajaja…

Un buen día del año 2015 Karl, el “buceador” de redes, llega con el tema de la trementina. El había investigado algo y lo que nos comienza a contar, a mí particularmente por algún motivo me “resuena”, me impacta. Nos ponemos a buscar información por la red y comienzan a aparecer documentos, libros, escritos muy antiguos, y otros más modernos con recetas y modos de uso muy precisos. Nos daba un poco de miedo probar, todo sea dicho, pero ahí que nos lanzamos unos cuantos a ver qué pasaba.

Lo que en un principio era algo destinado a eliminar parásitos, eso lo experimentamos todos de una manera rapidísima, empezamos a ver que la eliminación de cándida era también muy rápida. Habíamos leído el trabajo de la Dra Daniels y las dosis que ella usaba era las que tomamos como referencia. Luego vimos que era innecesario pasar malos ratos con dosis tan grandes, ya que con otras menores también nos funcionaba muy bien.
Obteniendo esos resultados, Karl contacta con algunas personas que lideran tratamientos de autismo para contarles lo que estábamos experimentando, por si querían probarlo e incluirlo en sus métodos, ya que parásitos y cándida son una pieza clave en el problema del autismo, pero no hubo mucho interés por parte de esas personas.

Abrimos el grupo Espíritu de la Trementina en Abril de 2016. Ahí muchas personas comenzaron a unirse y probar este maravilloso producto, con lo que rápidamente llegaron testimonios impresionantes (a día de hoy no hemos parado de sorprendernos). 
Entre las personas que comenzaban a probar Trementina estaba algunas mamás de niños con autismo, esperando ver cómo funcionaba en ellas para ver si a sus hijos les pudiera ir bien. Y así fue, iniciaron dos mamás, empezamos a ver cambios drásticos en cuestión de semanas, lo que nos llevó a hacer un seguimiento pormenorizado de cada detalle de la vida de esos niños. A esas mamás se unió otra y luego otra…. Y ahí ya decidimos abrir el grupo de fcbk, en Junio de 2016 para hacer extensiva esta información a otras familias.

Por aquel entonces la Dra Jennifer Daniels, que lleva más de 25 años usando Trementina, se interesó por lo que estábamos haciendo. En Agosto de 2016 se ofreció a hacer un webninar con nosotros y la gente del grupo, aportando su granito de arena y dando respuesta a consultas de los participantes. Al pasarle los datos que estábamos obteniendo de la evolución de los niños con autismo usando Trementina, se mostró enormemente sorprendida con los resultados en tan corto tiempo.


Muchas cosas en muy poco tiempo. Ya veía que eso que yo estaba viviendo no era algo casual, ahí había algo más. Me acordé entonces de aquel incidente con las terapeutas durante el curso de masaje, y del artículo de la mamá del niño con autismo en Colombia, que permanecía siempre en mi memoria. Ese fue el choque necesario para mostrarme que ahí estaba mi “misión”, pero que no supe ver hasta años después. Tiempo atrás ya estuve trabajando con niños, con un gran interés y estudiando mucho sobre el embarazo, el parto, los bebés prematuros, los primeros años de vida…ahí es donde se comienza a “cocer” todo, y casi 10 años después toda esa información es que comienza ser útil, para ayudarme a comprender dónde y cómo comienza el problema en estos niños. 
Eso ahora lo tengo claro, igual que también intuyo que esto no es para el resto de mi vida, sé que un día llegará otra labor que hacer, porque esta ya no sea necesaria o porque yo sea necesaria en otro lugar. No sé … quien sabe…


En estos dos años que llevamos usando Trementina, hemos aprendido mucho. Tenemos información del uso de Trementina desde la época de los egipcios del antiguo Tebas, documentos y libros de medicina de 1840 donde se especifican preparados y recetas con todo lujo de detalle; hemos experimentado personalmente y obtenido testimonios de otros valientes a los que también la Trementina les tocó el corazón. Eso nos hizo crear un protocolo eficaz, económico, apto para cualquier persona, donde las más enfermas sufrieran las menores molestias derivadas de la limpieza del organismo.


Y aquí estamos, cada vez creciendo más, siempre con la inquietud de indagar, experimentar y compartir.

Gracias enormes por estar aquí con nosotros haciendo parte de este camino.

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martes, 10 de octubre de 2017

Efecto Herxeimer durante el protocolo

Efecto Herxeimer o “détox” o “crisis curativa” o “crisis depurativa” es el nombre que se le da al proceso por el que puede pasar una persona cuando está haciendo algún tratamiento para desintoxicar su organismo.

Es tan normal pasar por ese momento, como no pasarlo.

Las molestias se producen al removerse las toxinas y patógenos que llevan largo tiempo instalados en el organismo. Por eso suelen intensificarse los síntomas que estamos tratando, o que habíamos sufrido hace años y casi los teníamos olvidados. 
Si vamos limpiando el organismo más rápido de lo que este es capaz expulsar, se acumularán en las vías de escape buscando la salida. Como digo siempre, debe haber un equilibrio entre “barrer” y “sacar la basura”.

La trementina no actúa donde uno quiere, sino donde necesita. Esa es la razón por la que pueden volver molestias que tuvimos hace años, porque se está acabando de limpiar y regenerar esa zona donde ya existió un problema.

Cuanto más intoxicada esté una persona y más tiempo lleve con el síntoma o enfermedad, más probabilidades habrá de que presente ese efecto Herx. En tal caso debe asegurarse antes de comenzar a usar Trementina, que sus evacuaciones son regulares, tener a mano varios tipos de laxantes diferentes que ya haya probado y sepa le funcionan, por si al iniciar el protocolo tiene necesidad de usarlos.

Las molestias de un “détox” pueden durar desde unas horas hasta un par de semanas.

¿Qué es lo bueno de sentir esas molestias? 
Que nos hará tener la seguridad de que se está trabajando justo donde se necesita y se están liberando tóxicos.



¿Qué cosas puede sentir la persona que pasa por un “Herx”?
  •        Cansancio extremo
  •         Mucho sueño
  •         Malestar general
  •         Pesadez de cabeza
  •         Dolor generalizado o en las zonas afectadas
  •         Hinchazón de barriga
  •         Gases
  •         Estreñimiento
  •         Diarrea
  •         Fiebre
  •         Vómitos
  •         Mucosidad
  •         Flujo vaginal
  •         Picores
  •         Urticaria
  •         Irritación de piel
  •         Ataques de hambre (dulce y harinas)


Repito: Es tan normal sentir una de estas cosas, como no sentir nada de nada.


De presentarse algún síntomas, ¿qué debemos hacer?

Si una persona trae una enfermedad que le debilita o de hace muchos años, debe asegurarse antes de comenzar el protocolo, que puede evacuar de manera regular, con o sin laxantes. Así, en el caso de tener molestias, solo tiene que hacer lo posible por evacuar para que se aminoren o desaparezcan.

Teniendo en cuenta que buscamos el equilibrio entre “barrer” y “sacar la basura”, si usted presenta molestias Herx quiere decir que la Trementina está haciendo su trabajo de “barrer”, pero su cuerpo no está sacando la basura a la velocidad que la Trementina barre. Debe entender muy bien eso, para que con esa lógica usted mismo sepa qué hacer al respecto. Se trata de ayudar a su organismo a “sacar basura”.

Sabemos que el cuerpo se desintoxica por cada uno de sus orificios (poros de la piel, nariz, oídos, boca, vagina, ano), entendemos entonces por qué el organismo reacciona provocando: 
  • Vómitos: sacar patógenos del estómago, esófago
  • Diarrea: sacar patógenos del intestino 
  • Fiebre: eleva la temperatura para quemar bacterias o virus 
  • Flujo vaginal: eliminación de cándida 
  • Estornudos o tos: sacar mucosidad de vías respiratorias y pulmones


Siguiendo con esa lógica, si estamos “barriendo” más de lo que estamos “eliminando”, tenemos que barrer menos, o sea, bajar la dosis de Trementina o dejar algún día sin tomarla, y además ayudar al cuerpo a “sacar más basura”, con lo que debemos buscar soluciones que impliquen limpiar por esos orificios del organismo. Por ejemplo: 
  • Poros de la piel: baños de sal, en el mar, baños de vapor... 
  • Ano: aumentar evacuaciones o realizar enema en caso de urgencia.
  • Boca o nariz: tomar mucho líquido o N Acetil Cisteína que ayuda a fluidificar la mucosidad para facilitar la salida.


Si le da sueño, duerma. Si no le da hambre, no coma. Si tiene picor en la piel puede aplicar Trementina con aceite de coco u oliva u otro de buena calidad, a razón de una parte de Trementina y tres partes de aceite.


Por favor, durante el tiempo que esté usando la Trementina siga leyendo de vez en cuando el protocolo. Hay cosas que en una primera lectura pasan desapercibidas.


¡¡Feliz proceso!!!


Victoria S.

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